Leyes Espirituales

AMOR VS EGOÍSMO 1º Parte

Amor y Egoismo

¿Cuál es el primer paso que uno debería dar para poder amar?
Para amar es necesario sentirse a uno mismo, y para sentirse a uno mismo es necesario conocerse a uno mismo. Si quieres amar a los demás, aprende primero a amarte a ti mismo, a través de conocerte a ti mismo. El que no se quiere a sí mismo no puede querer a los demás.

¡Pero yo tenía entendido que para amar a los demás tienes que renunciar a ti mismo!
En absoluto. Lo que tienes que hacer es renunciar a tu egoísmo, pero no a tus sentimientos. Lo que ocurre es que tenéis un concepto de lo que es el amor que es incorrecto, porque mezcláis el amor con el egoísmo.
Amarse a uno mismo no es creer que uno es mejor que los demás y que por ello ha de dedicarse a satisfacer caprichos egoístas, sino reconocer las necesidades afectivas propias, los sentimientos, y desarrollarlos para que sean el motor de nuestra vida. Por esto he dicho que para amar verdaderamente es tan importante conocerse a uno mismo. Conocerse implica saber distinguir entre lo que sentimos y lo que pensamos, reconocer entre lo que viene de nuestro sentimiento y lo que viene de nuestro egoísmo.

¿Entonces, cómo distinguir lo que es el amor de lo que no lo es?
El amor en su máxima expresión ha de ser incondicional. El que ama verdaderamente no espera nada cambio, y el que actúa por interés no está amando verdaderamente. El amor ha de ser libre, si no, no es amor.
No se puede forzar a nadie a amar.
El que quiera amar ha de querer también renunciar al egoísmo. El amor y el egoísmo son conceptos contrarios, incompatibles entre sí, antagónicos. No se puede amar sin renunciar al egoísmo, ya que el egoísmo es en realidad la ausencia de amor. Aprender a amar es lo mismo que aprender a desprenderse el egoísmo. El que aumenta su capacidad de amar disminuye su egoísmo y viceversa.

¿Y cómo aprende el espíritu a amar?
Es un proceso continuo que requiere muchísimo tiempo de evolución. Lo comienza el espíritu antes de iniciar la fase humana y no lo termina nunca, ya que siempre hay algo nuevo que aprender respecto al amor.
Como el aprender a hablar, no hay otra forma de desarrollar el amor que no sea través de la interacción constante con otros seres. En las primeras etapas, cuando el ser espiritual está escasamente desarrollado, experimenta el amor que otros seres más avanzados sienten hacia él en forma de emociones. Esto le hace sentir bienestar. También ha de experimentar lo que es la ausencia de amor, es decir, el egoísmo de otros seres que, al igual que él, todavía no son capaces de amar. Esto le hará sentir emociones de malestar, pero también le permitirá reconocer, aprender a distinguir mejor entre la ausencia y la presencia de amor y a valorar la presencia de amor, lo cual servirá de estímulo para poder desarrollar en sí mismo los sentimientos. 

Es decir, antes de ser capaz de amar, el ser espiritual se sensibiliza como receptor del amor de otros seres más avanzados, que le sirven de ejemplo de lo que es ser emisor de amor. También ha de convivir con otros seres con el egoísmo igual o más acentuado que ellos mismos, que son un ejemplo de lo que es la ausencia de amor. Todas estas interacciones le motivarán el desarrollo, primero de las emociones, y más tarde de los sentimientos.
Una vez el espíritu reconoce el amor que ha recibido de los demás es cuando está preparado para ser un emisor de amor. Serán los seres que le amaron los primeros hacia los que se le despertarán los primeros sentimientos de afecto (usualmente hacia algún miembro de su familia), mientras que el resto de seres, los que se comportaron con egoísmo hacia él, serán enemigos, y los que nunca tuvieron relación con él, simplemente serán seres por los que sentirá indiferencia. En esta etapa, el espíritu es apasionado en los amores, vengativo y rencoroso en los desamores. Llegará otra etapa más avanzada en que el ser ya no querrá perjudicar a los que le hicieron daño, porque se da cuenta que el sufrimiento en sí mismo es algo negativo, incompatible con el amor, abandonando la venganza como forma de resarcimiento por el daño recibido. Esta etapa la podríamos denominar amor condicional avanzado. Llegado cierto momento, cuando el grado de comprensión y de sensibilidad del ser ha aumentado considerablemente, ya está preparado para dar el gran salto, el de querer a todos los demás seres de la creación, incluyendo a aquellos que le odiaron y le despreciaron y le hicieron sufrir lo indecible. Es decir, ha entrado en la etapa final, en la que se alcanza el amor incondicional, aquel amor que predicaron los seres avanzados como Jesús cuando decían “ama a tu enemigo”. Por supuesto, esto no ocurre de la noche a la mañana. Serán necesarios millones de años de evolución para recorrer el camino desde la primera a la última etapa.

¿Podrías resumir estas etapas para que me haga una idea?
Sí, aunque, como digo, el proceso es continuo, podríamos dividirlo para su mayor comprensión en las siguientes etapas:
1. Insensible como receptor y emisor de amor.
2. Parcialmente sensible como receptor de amor -insensible como emisor de amor
3. Sensible como receptor-parcialmente sensible como emisor (amor condicional)
4. Altamente sensible como receptor-altamente sensible como emisor (amor condicional avanzado)
5. Totalmente sensible como receptor-totalmente sensible como emisor (amor incondicional)

¿Cuál es el origen de las emociones y de los sentimientos y en qué se diferencian?
En los primeros estadios de evolución del ser espiritual, éste sólo es capaz de percibir emociones, que generalmente son sólo una respuesta a un estímulo de naturaleza exterior. Este desarrollo de la percepción emocional comienza ya en etapas anteriores a la humana. De hecho podéis observar que muchos mamíferos superiores, como perros, vacas, caballos o delfines, ya son capaces de percibir y manifestar emociones bastante profundas de muy diversos tipos. A medida que el espíritu experimenta con las emociones y comienza a tenerlas en cuenta para tomar decisiones, está comenzando a desarrollar el sentimiento. Podéis considerar que los sentimientos son la forma evolucionada de las emociones.

¿Puedes exponer con más profundidad la distinción y la relación entre las emociones y los sentimientos?
Las emociones son de duración corta, generalmente son activadas por algún tipo de estímulo, exterior o interior. Los sentimientos tienen una duración más extensa, están más profundamente arraigados en el espíritu y aunque reciben la influencia del exterior, no tienen porqué estar motivados por ningún impulso exterior, sino por la propia voluntad del espíritu. Los sentimientos y las emociones están íntimamente ligados.
El sentimiento es capaz de despertar las emociones. Son como la fuente interna de la que emanan, de manera que, en este aspecto, las emociones son una manifestación de los sentimientos. También las emociones, sobre todo las percibidas del exterior, influyen en los sentimientos y pueden ser un estímulo para activarlos o para reprimirlos.
En el máximo desarrollo del sentimiento de amor, es decir, cuando se llega a experimentar el sentimiento de amor incondicional, nos encontramos ya ante un sentimiento que no va a terminar nunca, y que además no necesita de ningún estímulo exterior que lo despierte o alimente.

¿En qué parte del ser se originan las emociones y los sentimientos?
Las emociones y sentimientos de amor se originan el cuerpo espiritual.
Las egoemociones y los egosentimientos, aunque se perciben en el cuerpo espiritual, generan su matiz egoísta en el cuerpo mental.

No entiendo qué quieres decir. ¿Qué son los egosentimientos y las egoemociones?
Son los sentimientos y emociones negativas generados por actitudes egoístas. En realidad, las actitudes egoístas son pensamientos y por tanto se originan en la mente.

¿Entonces el sentimiento y el pensamiento tienen un origen distinto?
Siempre creí que ambos eran fruto de la mente.
Pues no tienen el mismo origen. El sentimiento procede del espíritu (cuerpo espiritual) y el pensamiento, de la mente (cuerpo mental).

A ver si he entendido bien. ¿Quieres decir entonces que el egoísmo se origina en la mente y el amor en el espíritu?
Sí. Aunque como ya he dicho las egoemociones y los egosentimientos se perciben también en el cuerpo espiritual, aunque su aspecto egoísta se genere en la mente.

¿Me podrías aclarar este punto? Sigo sin entender cómo puede ser que el egoísmo se origine en la mente y que los sentimientos o emociones egoístas se sientan en el espíritu.
Claro. Imagina que una persona se encuentra con una linterna encendida dentro de una cúpula de cristal. Si el cristal es transparente, tanto la luz que sale de la linterna al exterior como la luz que entra del exterior al interior no sufrirá prácticamente modificación por el hecho de pasar a través de cristal. Sin embargo, si el cristal de la cúpula, en vez de ser transparente, es opaco, entonces modificará el paso de la luz a través de ella, tanto de la luz que sale del interior hacia el exterior como la que entra del exterior al interior de la cúpula. La persona con la linterna representa al cuerpo espiritual y la cúpula de cristal representa al cuerpo mental. La opacidad del cristal de la cúpula representa el egoísmo. El egoísmo modificará tanto la percepción de los sentimientos y emociones de los demás (la luz que entra), transformándolos antes de que impacten en el cuerpo espiritual, como la expresión o manifestación de los sentimientos y emociones que proceden del cuerpo espiritual (la luz que sale), siendo percibidos por los demás ya con el matiz egoísta del que se impregnaron al pasar por la mente.

Sigo sin imaginarme bien cómo funciona esa relación entre amor y egoísmo en la propia naturaleza del ser humano. ¿Cómo puede ser que podamos ser capaces de amar y de ser egoístas al mismo tiempo? ¿No me podrías aclarar este punto?
Sí, claro. Imagina que el ser humano es como una cebolla, en cuyo corazón está el espíritu que desprende la luz, que es el amor. Este centro emisor de luz se encuentra recubierto por múltiples capas, de manera que cada una de estas capas obstruye el paso de la luz un poco, hasta que la suma de todas las capas juntas impide casi totalmente que la luz salga al exterior. Cada una de esas capas representa una manifestación del egoísmo que hay que ir eliminando progresivamente, para que finalmente la luz, el amor, brille, se exprese en toda su magnitud. A medida que vamos eliminado capas, la luz (el amor) del interior encuentra menos obstáculos para salir al exterior. Las capas más externas corresponden al egoísmo más primitivo y superficial. Son las capas correspondientes a la vanidad. Las capas intermedias corresponderían al orgullo y las más internas a la soberbia.
Cada persona se encuentra en un punto distinto de este proceso. La mayoría de espíritus que habitan la Tierra ha conseguido deshacerse sólo de alguna de las primeras capas. Otros han conseguido eliminar también algunas de las capas intermedias y unos pocos están en el proceso de eliminación de las capas más profundas del egoísmo.
Aunque este proceso es progresivo y hay espíritus en todos los grados, podemos intentar clasificar los espíritus en tres grandes grupos, según el nivel de eliminación de capas en el que están: Espíritu amable-vanidoso, generoso-orgulloso y amoroso-soberbio.

¿Por qué los calificas con dos adjetivos, uno positivo y otro negativo?
Porque no quiero que en la clasificación quede sólo de manifiesto la parte egoísta del espíritu, sino también reconocer las cualidades que puede desarrollar el espíritu en cada etapa. El primer adjetivo expresa la cualidad representativa a la que puede llegar el espíritu cuando se esfuerza por desarrollar el amor y la segunda el grado de egoísmo en el que se encuentra. El vanidoso puede ser muy amable, el orgulloso muy generoso y el soberbio muy amoroso cuando está dispuesto a vencer su egoísmo y a luchar por los sentimientos. Pero no hay nada de negativo en admitir la existencia del egoísmo en cada uno de nosotros y definirla, para conocerla y poder superarla. Lo negativo para el espíritu sería no querer reconocer su existencia, no admitir la realidad de que todos tenemos una parte egoísta que debemos eliminar para poder amar verdaderamente y ser auténticamente felices. El no reconocerlo conduce al estancamiento espiritual, porque no se puede superar aquello que no se admite, al igual que no puede desintoxicarse un alcohólico que no admite que lo es.

¿Podrías exponer con más detalle las características de cada una de esas tres manifestaciones del egoísmo, que has llamado vanidad, orgullo y soberbia?
Sí. Podemos distinguir al menos tres formas de egoísmo que son, desde la más grosera hasta las más sutil, vanidad, orgullo y soberbia. En el habla cotidiana utilizamos estas tres palabras frecuentemente pero, como veremos, su significado espiritual es mucho más extenso y profundo, y difiere en muchos aspectos del significado con el que comúnmente las empleamos. Entraremos a definirlas una por una y a analizar sus manifestaciones.

¿Qué es la vanidad y cuáles son sus manifestaciones?
La vanidad es la forma más primitiva de egoísmo. Es propia de los espíritus más jóvenes, de los espíritus que a pesar de haber avanzado bastante en inteligencia, todavía son principiantes en el conocimiento de los sentimientos.
La principal característica del vanidoso es que está muy pendiente de sí mismo, sobre todo de satisfacer sus necesidades y deseos más primitivos, y escasa o nulamente preocupado de las necesidades de los demás seres, con lo cual se excede en la práctica de su libre albedrío, sin ser consciente de que en muchas ocasiones invade el libre albedrío de los demás. 
La persona vanidosa pretende ser el centro, que los demás se fijen en ella. Al conocer escasamente el amor, no distingue bien entre el amor verdadero y la complacencia. Necesita y desea más que ama.
Por ello, en sus relaciones, se inclina más a buscar la fama, la admiración, la alabanza, el ser complacida y satisfecha en sus deseos, que a ser querida y querer.
El vanidoso establece comparaciones continuas entre sí mismo y los demás, intentando siempre aparecer por encima de ellos.
Frecuentemente se burla y difama a los que cree por debajo de él en aptitudes o en condiciones materiales, y alaba excesivamente a los que cree puede utilizar para obtener algo para sí mismo. Suele actuar injustamente, siempre favoreciendo sus intereses. Por ello frecuentemente falsea la realidad para disfrazar sus actos egoístas. A menudo se siente insatisfecho consigo mismo debido al poco sentimiento que desprende, y por ello huye pavorosamente de la soledad. Necesita mucho de otras personas, a las cuales suele intentar manipular y absorber para satisfacer, no sólo sus necesidades, sino sus gustos y sus caprichos, hasta el punto de esclavizar física o psicológicamente a las personas que están a su alrededor. Pero también se cansa rápidamente de las relaciones si éstas no le reportan la satisfacción esperada. Por ello, son personas que absorben y manipulan frecuentemente a los miembros de su familia más indefensos, como la pareja o los hijos, y en las relaciones laborales, a sus subordinados, por considerar que son personas de su propiedad o que no pueden escapar a su influencia. Cuando no reciben la atención que creen merecer, buscan llamar la atención de los demás de cualquier forma y a cualquier precio, utilizando el victimismo, la agresividad, el chantaje, el engaño o cualquier otra forma de manipulación que encuentren.

Debido a la vibración tan negativa y asfixiante que pueden generar cuando su defecto se manifiesta en toda su plenitud, acaban por extenuar a las personas de su entorno, por lo que, si no conocen la vanidad y saben como manejarla, pocas son las personas capaces de aguantarlo durante mucho tiempo. Esta es la razón por la cual tienen muchos conocidos y pocos amigos. Se cansan fácilmente de lo que cuesta esfuerzo y buscan que otras personas asuman sus responsabilidades, a pesar de alardear constantemente de lo mucho que ellos hacen y lo poco que hacen los demás. Cuando hacen algo por alguien, raramente es de forma desinteresada y discreta, sino que siempre lo hacen con alarde, buscado una compensación a cambio que, generalmente, suele ser mayor que el gesto que ellos han tenido con los demás. Un vanidoso no pretende ser buena persona, sino sólo aparentarlo.

¡Buf, pues espero que no haya mucha gente así!
Pues las tres cuartas partes de la humanidad todavía se encuentran en esta fase inicial de evolución y la vanidad es el defecto predominante en la clase política de vuestro mundo. Aunque seguramente no haya nadie que se identifique con lo que he dicho, porque admitirlo sería ya signo de que la persona se encuentra en una etapa más avanzada. Es por ello que vuestro planeta está como está.

¡Pues vivir con personas así de egoístas tiene que ser un suplicio!
¿Acaso crees tú que estás libre del egoísmo, se manifieste de esta forma o de otra más sutil? Es una afirmación la que haces en la que sacas a relucir tu propio egoísmo, manifestado en forma de incomprensión hacia tus hermanos, que te sirve para justificar el querer apartarte de ellos por no ser más avanzados. Esta etapa de la vanidad, al igual que las siguientes del orgullo y la soberbia, son etapas por las cuales todos, absolutamente todos los espíritus, han de pasar en su camino de perfeccionamiento. Y el que las ha superado es porque en algún momento ha tomado conciencia de su defecto y ha trabajado por superarlo, y lo ha conseguido con la ayuda de los ejemplos de personas más avanzadas de las cuales aprender. Si los espíritus más avanzados, cuando consiguen su avance se desentendieran de sus hermanos menos avanzados, ¿qué clase de amor estarían cultivando? El hecho de que lo haya descrito así tan directamente puede parecer muy crudo.
Pero no lo hago con la intención de que se utilice para discriminar o marginar a nadie, sino sólo para que toméis conciencia de esta manifestación del egoísmo, y que empleéis este conocimiento para vuestra mejora.

¿Y cómo aprende el espíritu a tomar conciencia de su propio egoísmo, en este caso manifestado en forma de vanidad, y a vencerlo?
Generalmente, sufriendo en carne propia las actitudes egoístas de otros, semejantes en egoísmo a él mismo. La ley de la justicia espiritual enfrenta a cada uno con sus propios actos, aunque sea a través de los actos de los demás, para que de ahí el espíritu saque el mayor provecho para su evolución. El sufrimiento propio sensibiliza al espíritu, le hace adquirir mayor sensibilidad para percibir el sufrimiento de los demás, sobre todo el de aquellos que han pasado por circunstancias semejantes a las de uno mismo. Le hace despertar un sentimiento de solidaridad hacia ellos, que es el germen del amor.

¿Y siempre ha de ocurrir que el espíritu haya de experimentar en carne propia el sufrimiento de los propios actos para aprender que estos actos son perniciosos para los demás?
No. Puede hacerlo por comprensión, porque se haya dado cuenta del daño que producen en los demás sus propias actuaciones, o porque ha aprendido de los errores y experiencias de los demás. Pero para ello debe haber crecido lo suficiente en sensibilidad, en amor, porque como digo, sólo cuando hay amor se está receptivo a sentir a los demás, incluido su sufrimiento, como a uno mismo. De ahí que, en las primeras etapas, el espíritu avance más por sufrimiento, por experimentación en sí mismo de las actitudes egoístas que él mismo generó, mientras que cuando ya ha desarrollado el amor, avanza más por comprensión, comprensión de las experiencias propias pasadas o de las experiencias de los demás.

¿Y qué se puede hacer para vencer la vanidad desde la comprensión?
El primer paso es tomar conciencia del defecto y el segundo paso es la modificación de la actitud. Por el hecho de adquirir conciencia de nuestro defecto no vamos a conseguir que deje de manifestarse. Si somos capaces de reconocerlo y admitirlo, pero al mismo tiempo evitamos actuar conforme él quiere, es decir, no nos dejamos arrastrar por él a la hora de tomar decisiones en nuestra vida, sino que vamos actuando más conforme nos dictan los sentimientos, el defecto irá perdiendo fuerza, hasta que finalmente será vencido. La toma de conciencia pasa por conocer en profundidad en qué consiste la vanidad, cómo se manifiesta en uno mismo y qué es lo que la alimenta.
La vanidad se alimenta de la creencia de que para ser feliz lo importante es ser el centro de atención, que a uno lo admiren, lo halaguen y estén pendientes de él y le colmen de placeres, regalos y atenciones. La vanidad se manifiesta como una tendencia a transformar la realidad para hacer creer a los demás y a uno mismo que necesita poseer todo lo que ve a su alrededor, tanto cosas como personas, para ser feliz. La vanidad es como una aspiradora que atrapa todo lo que encuentra a su paso, reteniéndolo para sí misma, pero sin llegar a apreciar nada de lo que tiene. Es como el niño que patalea y protesta para que sus padres le compren un juguete, aparentemente el más maravilloso del mundo y sin el cual no va a poder ser feliz. Y cuando lo consigue, apenas juega con él unos minutos, y luego se cansa y lo deshecha.

Por lo tanto, mientras el vanidoso continúe pendiente de querer llamar la atención para satisfacer sus propios caprichos, si no trabaja por despertar en sí mismo los sentimientos, siempre se sentirá insatisfecho, vacío, infeliz, aunque pueda ser querido por los demás, porque no sabrá reconocerlo, no sabrá apreciarlo. Aquello que no se consigue por el propio esfuerzo, por la propia voluntad, ni se sabe comprender, ni se sabe apreciar, ni se sabe disfrutar, y el vanidoso apenas lucha por nada, sino que intenta que sean los demás los que lo consigan por él. Cuando tiene objetivos suelen ser siempre objetivos exteriores, materialistas, de apariencia, casi nunca objetivos del interior espiritual.
El vanidoso se parece a aquel que siempre se calienta al fuego en la hoguera de los vecinos por no querer esforzarse por encender su propio fuego. Será siempre dependiente de los demás y no podrá hacer nada por sí mismo. Enciende tu propio fuego en ti mismo y no dependerás de nadie para calentarte. Ese fuego a nivel espiritual es la llama del amor, que reconforta y calienta al espíritu, le da fuerza para avanzar y ser auténticamente feliz.

Pero hay mucha gente que busca el éxito como forma de alcanzar la felicidad. ¿Que les dirías?
Que se engañan a sí mismos. El éxito es un halago para la vanidad, pero es una trampa para el sentimiento. La única manera de conseguir la felicidad es llenarse con amor.

¿Podrías dar un consejo breve que resuma todo lo que has dicho para vencer la vanidad desde la comprensión?
Sí. El paso que debe dar el vanidoso para superar su defecto es comprender que la felicidad no depende del exterior sino del interior.
Esta es la gran lección que todos hemos de aprender: la felicidad verdadera no depende de que los demás te amen, sino de que tú ames. Por lo tanto, si quieres ser feliz, deja de buscar desesperadamente que los demás te amen y busca despertar tu propio sentimiento.

¿Qué le dirías a un vanidoso que le pudiera ayudar en su evolución?
Jamás conseguirás ser feliz a través de lograr la admiración, el cariño, el éxito, el reconocimiento de los demás. Si estás insatisfecho con tu vida, si te sientes solo y vacío, no busques fuera a los culpables de tu infelicidad, porque no están fuera, sino dentro de ti. No busques calentarte en el fuego de los demás porque nunca tendrás bastante. Enciende tu propia llama para que así no dependa tu estado de lo que hagan o dejen de hacer los demás por ti. Deja a un lado el egoísmo y ama, porque la única manera de llenar el vacío interior es amar incondicionalmente.

Parece una contradicción lo que dices ahora con lo que has dicho anteriormente. Si uno renuncia a que lo amen, ¿cómo va a poder amar?
Tal vez me haya explicado mal. No hay que renunciar a ser amado. Lo que quiero decir es que buscamos de forma incorrecta la felicidad.
Ponemos todo el peso en un plato de la balanza y exigimos que la balanza esté equilibrada.

No sé lo que quieres decir exactamente. ¿Tienes algún ejemplo que me pueda servir para entenderlo?
Sí. Imaginaos que reunimos a toda la humanidad en una plaza gigantesca para repartir todo el amor que existe en el mundo. Primero preguntamos: “¿Quién quiere recibir amor?”. Veremos que el cien por cien de la gente levanta la mano insistentemente diciendo: “Yo, yo. A mí primero. Yo soy el que más lo necesita”. Pero si ahora preguntamos:
“¿Quién esta dispuesto a dar su amor?” Veremos como rápidamente la plaza se queda vacía y sólo unos pocos de los que había se quedan para levantar la mano. ¿Qué es lo que quedará para repartir? Sólo el amor que dan unos pocos. Pues esto es lo que ocurre en vuestra humanidad, que sólo el amor de unos pocos sostiene al mundo, porque la mayoría está sólo dispuesto para recibir, pero no para recibir amor, sino principalmente para satisfacer su egoísmo.

Esperamos, como sujetos pasivos, a que el amor venga de fuera. A que, por arte de magia, ese amor del exterior nos alcance y nos haga ser felices, sin que nosotros tengamos que hacer nada, como si de una droga se tratara. Pero, como digo, aun recibiendo todo lo que necesitamos, si permanecemos pasivos, si no hemos luchado por vencer nuestro egoísmo, llegará ese ser que nos ama para darnos todo lo que lleva dentro y diremos: “No es suficiente, todavía no soy feliz. Todavía necesito que me des más”. Y exigiremos más y más porque nunca será suficiente para llenar nuestro vacío interior. Y nunca apreciaremos lo que se nos ha dado, sino que sólo veremos aquello que todavía no hemos recibido. Cualquier pequeño obstáculo de la vida, será un motivo de queja. Si amanece nublado nos quejaremos porque hace frío, si amanece soleado nos quejaremos porque hace calor. Y todo ello porque buscamos incorrectamente. Ese vacío que uno siente sólo se puede llenar con el amor que uno mismo es capaz de generar, de forma activa, para sí mismo y para los demás. Por lo tanto, para ser feliz es tan necesario dar amor como recibirlo.

Volviendo al tema de la vanidad, digo yo que no todo el mundo que se encuentre en la etapa de la vanidad tendrá las mismas características.
No. Dentro de la vanidad existen diferentes grados. En una primera etapa de vanidad inicial se dan las manifestaciones más primitivas y materiales del egoísmo, como la avaricia (no querer compartir con los demás lo que uno tiene), la codicia (querer poseer cada vez más, aun perjudicando a otros), la envidia (rechazo por los que tienen algo material que uno codicia). En una segunda etapa, cuando el espíritu avanza en el conocimiento de los sentimientos, este egoísmo materialista comienza a transformarse en egoísmo espiritual. En esta etapa el espíritu continúa aferrándose al egoísmo, pero al mismo tiempo ya ha comenzado a desarrollar el sentimiento. Aunque todavía es reacio a dar, es capaz de reconocer la presencia de amor y el bienestar que produce, y busca recibirlo. Es entonces cuando la avaricia se va transformando en apego (no querer compartir con los demás el cariño y el amor que uno recibe de determinadas personas) y la codicia, en absorbencia (querer que todo el mundo esté pendiente de uno para darle cariño), mientras que la envidia toma un cariz más sutil y se transforma en aversión por los que tienen alguna virtud espiritual que uno no tiene pero que le gustaría tener. Al ser más sensibles, tienen un concepto de justicia más desarrollado, pero cuando el asunto les concierne a ellos, con frecuencia actúan injustamente favoreciéndose a sí mismos a sabiendas, por seguir aferrándose a su egoísmo, con lo cual son más culpables por ser más conscientes.

¿Qué avance fundamental ha logrado el espíritu para poder decir de él que ha superado la etapa de la vanidad?
El principal logro que marca la frontera entre la vanidad y el orgullo, es el despertar del propio amor espiritual. Mientras que el vanidoso es eminentemente un espíritu receptor de amor, el orgulloso ya es un espíritu dador de amor. Significa que ha adquirido la capaz de amar verdaderamente por iniciativa propia de forma bastante afianzada.

¿Quiere decir esto que el vanidoso no es capaz de amar o no ha experimentado el amor?
No, por supuesto. Todos los espíritus son capaces de amar. De hecho todo espíritu que ha llegado a la fase del orgullo ha pasado antes por la fase de la vanidad y, por supuesto, el pasar a ser un emisor de amor no sucede de un día para otro, sino que existirá un prolongado tiempo en el que habrá una lucha entre el despertar del sentimiento y el egoísmo, entre lo que enciende y lo que apaga la llama del amor. En el vanidoso esa llama es débil, se enciende y apaga continuamente. Todavía no hay una voluntad firme de trabajar por los sentimientos y no pone énfasis en alimentar esa llama, ya que todavía está muy pendiente de satisfacer sus caprichos egoístas.
Dicho de otro modo, mientras que el vanidoso todavía no ha sido capaz de encender o avivar su propia llama y todavía busca calentarse con el fuego que emana de los demás, el orgulloso ya ha descubierto la forma de encender su propio fuego interior y su voluntad trabaja con mayor firmeza para mantenerlo encendido, porque ha reconocido y experimentado algo de la felicidad verdadera que emana cuando esa llama arde con fuerza, y quiere experimentarlo con mayor intensidad.

¿Y cómo aprende el espíritu a encender su propia llama?
Con la experiencia propia y el ejemplo de otros espíritus más avanzados.
Generalmente un espíritu vanidoso es iniciado en el amor por un espíritu más avanzado, dador de amor, encarnado como alguien cercano: su propia pareja, un familiar, como el padre, la madre, un hijo o hija, un hermano o hermana. Muchas veces el espíritu menos avanzado, acostumbrado a que los demás trabajen por él, no toma conciencia en ese momento de lo que se le está dando, y pide cada vez más y más...
Hasta que lo pierde. Se despierta entonces una nostalgia por el amor perdido y un deseo de volver a experimentar lo que un día se tuvo, una toma de conciencia y un reconocimiento de que fue amado y no fue capaz de apreciarlo. Esta necesidad despierta los primeros sentimientos por la persona o personas que tanto le dieron, que perdurará para otras vidas. Es decir, que para que uno pueda ser capaz de dar amor, primero ha de ser capaz de recibirlo. En vidas subsiguientes, el espíritu afrontará la experiencia de convivir cercanamente con otros espíritus menos avanzados que él, que requerirán de él lo mismo que él requirió de los demás y así se verá confrontado con su propio yo, para que reconozca en las actitudes egoístas de los demás la suya propia. Este aprendizaje se puede prolongar durante multitud de vidas, alternado las vidas en las que se hace el papel principal de receptor o de dador. Cuanto más se da como dador, más se recibe como receptor. Ya depende de la voluntad del espíritu el seguir el camino del amor o el de continuar por el del egoísmo.

¿Qué otros avances ha logrado el espíritu después de superar la etapa de la vanidad?
Haré una descripción general de los logros que ha alcanzado el espíritu que se ha desprendido bastante de la vanidad y se encuentra plenamente inmerso en la etapa del orgullo, las cuales emanan del hecho de que se trata ya de un espíritu conocedor del sentimiento, afianzado como dador de amor.
El concepto de justicia está más desarrollado. La persona que ha llegado al orgullo es más consciente de lo que es verdadero y justo y de lo que es sólo apariencia. En general, los orgullosos se comportan más justamente. Ya no procuran favorecerse a sí mismos si para ello han de ser injustos, sino que en sus decisiones tienen en cuenta el perjuicio que pueden causar a los demás. El orgulloso ya no pretende que le complazcan, busca que le quieran y también querer auténticamente.
La cualidad contraria a la vanidad, y que el orgulloso ya ha adquirido, es la modestia, porque no busca hacer las cosas para llamar la atención, sino por la satisfacción de ser justo y generoso. Los orgullosos son generosos con aquellos a quienes quieren. Por lo tanto, en las relaciones, ya no buscan ser el centro de atención. Prefieren una amistad auténtica a cien superficiales.

¿Quiere decir esto que si el orgulloso es espiritualmente más avanzado que el vanidoso, también avanza más rápidamente?
No, porque la rapidez del avance depende de la voluntad y el énfasis que ponga el espíritu en desprenderse del egoísmo y en amar. Hay orgullosos que se han detenido en su evolución, pudiendo durar el estancamiento muchas vidas, así como vanidosos que ponen mucha voluntad en avanzar y progresan rápidamente. Aunque sí es cierto que el mayor conocimiento y conciencia de los sentimientos hace que el más avanzado tenga más capacidad para avanzar y pueda ser más firme en su voluntad de avance, y sufre más cuando se estanca, con lo que también este malestar le supone un revulsivo para avanzar.

Comparar un espíritu avanzado que lleva muchas encarnaciones a sus espaldas con uno joven y poco avanzado es tan ridículo como creer en la validez de los resultados de un mismo test de inteligencia que se hace a un niño de siete años y a un joven de quince. Lo normal es que, aun pudiendo ser el de siete muy inteligente, el de quince años obtenga mejores resultados que el de siete, lo cual no tendría ningún mérito, ya que el de quince, por tener más edad, ha tenido más tiempo para aprender y está más desarrollado, física y mentalmente.
Por tanto, las comparaciones evolutivas no han de hacerse con los demás, sino con uno mismo respecto a lo que ha podido avanzar de una encarnación a otra, ya que el nivel evolutivo no depende sólo de la rapidez con la que se aprende, sino también del tiempo que lleva cada espíritu evolucionado. Y como cada ser tiene una edad espiritual distinta, lo que ocurre generalmente es que los espíritus más viejos están más evolucionados que los más jóvenes, sencillamente porque llevan más tiempo de evolución. No obstante existen casos particulares de espíritus jóvenes que han progresado muy rápidamente y han adelantado a otros más viejos que ellos, y a la inversa, espíritus muy viejos que se han estancado espiritualmente durante mucho tiempo y que son adelantados por generaciones de espíritus más jóvenes.

¿Podrías poner un ejemplo que remarque la diferencia entre el nivel evolutivo y la rapidez del progreso evolutivo?
Sí, el de dos coches que parten del mismo punto, pero uno lo hace una hora antes que el otro. El que sale el segundo inicialmente está más retrasado. Pero si su velocidad es mayor que la del primero, en algún momento le alcanzará. La distancia recorrida equivale al nivel evolutivo del espíritu, mientras que la velocidad, al ritmo de evolución en cada momento.

Volviendo al tema del orgullo, ¿puedes explicar entonces qué es el orgullo y cuáles son sus manifestaciones?
El principal problema del orgulloso es la dificultad en encajar la ingratitud, el egoísmo y la falta de amor de otras personas hacia él, sobre todo si ha establecido vínculos afectivos con ellas. Aunque el orgulloso es capaz de querer fácilmente a los que lo quieren, todavía demuestra dificultad en querer a los que no lo quieren. Por ello, el orgulloso se resiste a aceptar a las personas queridas conforme son, con sus virtudes, pero sobretodo con sus defectos. El orgulloso tiene gran dificultad en admitir que puede estar equivocado en sus concepciones.
Le cuesta encajar el amor no correspondido, es decir, que haya personas que, por mucho que se las quiera, persistan en sus actitudes egoístas, sobre todo si se da en familiares muy allegados, como los padres, los hermanos, la pareja, los hijos, etc. Espera algún cambio de ellas a raíz de los esfuerzos que él mismo pone para que cambien, y se desespera, se deprime o encoleriza cuándo, a pesar de ello, no lo consigue. Es capaz de dejarse absorber con tal de que le expresen un pequeño gesto de cariño. Pero cuando descubre que está siendo manipulado por determinadas personas, se encoleriza sobremanera, pudiéndosele despertar el rencor hacia ellas. Aunque aparentemente no busca recompensa en lo que hace, todavía encaja mal la ingratitud, es decir, cuando pone su mejor voluntad para ayudar a alguien y recibe palos a cambio.

Por ello, las manifestaciones del orgullo se desencadenan cuando el orgulloso sufre algún episodio de ingratitud o desamor. Frente a las contrariedades y las heridas en sus sentimientos reacciona encerrándose en sí mismo, aislándose de las relaciones humanas. Se le despierta entonces la ira, la rabia, la impotencia, la testarudez, el miedo, la culpabilidad. Tiene tendencia a ocultar sus sentimientos y emociones, miedo a expresar lo que siente por temor a que le hieran en sus sentimientos más profundos. Por un lado, reprime los sentimientos negativos porque no quiere ser digno de lástima, ni que otra gente lo vea débil y aproveche su debilidad para hacerle daño. Por el otro, reprime los sentimientos positivos porque no quiere que a las personas vanidosas se les despierte la envidia e intenten perjudicarle. La tendencia a reprimir los sentimientos positivos les hace sentirse desgraciados. La tendencia a reprimirse y ocultar estados de ánimo negativos, a sufrir en silencio, puede hacerlo estallar de cólera, rabia e ira en momentos puntuales, de lo cual se siente culpable posteriormente. Son la desconfianza en los demás y el creerse autosuficiente para tratar cualquier problema, las actitudes que más le aíslan de los demás.

¿Cuál es la manifestación más dañina del orgullo?
El llegar a creer que uno no es digno de recibir amor, de ser amado auténticamente, y que, por tanto, tampoco merece la pena amar. Esta es la actitud que más le hace aislarse en sí mismo, la que lo puede transformar en alguien reservado, apático, tímido, triste, melancólico, irascible y sin ganas de vivir.
Si hemos dicho antes que el vanidoso no es capaz de apreciar cuando se le ama, el orgulloso no permite que se le ame. Así que por una razón o por otra el resultado es que por culpa del defecto, la persona, aunque esté siendo amada, no se siente amada. El vanidoso, porque más que de recibir sentimientos, está pendiente de que satisfagan su egoísmo. El orgulloso, porque al encerrarse en sí mismo para evitar que le hagan daño, se niega a recibir para sí mismo cualquier muestra de afecto.
Puede ocurrir que ya desde la niñez haya tenido que hacer de todo para que se le preste un poco de atención y por ello se haya autoconvencido de que no hay nada mejor, de que no puede ser querido por alguien tal y conforme es.

 ¿Y qué ocurre entonces?
 Que cuando llega alguien dispuesto a amarlo de esa forma, incondicionalmente, tal y conforme es, y no por lo que hace, se asusta y se esconde en sí mismo. Lo rechaza sencillamente porque no se lo puede creer. “No me puedo creer que alguien me quiera, que no quiera aprovecharse de mí. Seguro que hay alguna trampa. Seguro que si me abro para recibir, me darán la gran puñalada y sufriré todavía más. No merece la pena”. Y entonces, el orgulloso, aunque tiene lo que necesita para comenzar a ser feliz y es capaz de apreciarlo, lo rechaza.
Entonces sufre por no querer sufrir, por no querer luchar por los sentimientos.

¿Y qué se puede hacer para vencer el orgullo?
Al igual que para la vanidad, el primer paso es tomar conciencia del defecto y el segundo paso es la modificación de la actitud. El mero hecho de adquirir conciencia del defecto y sus manifestaciones no impedirá por sí mismo que se presente. Pero el reconocerlo nos ayudará a evitar actuar conforme él quiere a la hora de tomar decisiones en nuestra vida. Si esas decisiones las tomamos ahora en función de lo que nos dictan los sentimientos, el defecto se irá debilitando paulatinamente hasta que finalmente será vencido.
La toma de conciencia pasa por conocer en profundidad qué es el orgullo, cómo se manifiesta en uno mismo y qué es lo que lo alimenta. El orgullo se alimenta del miedo, la desconfianza, la autosuficiencia y se manifiesta como aislamiento y represión de la sensibilidad. El orgullo es para la sensibilidad del espíritu como una coraza que la envuelve, una fortaleza inexpugnable que la rodea y que impide la entrada y la salida de los sentimientos. Por lo tanto hay que luchar para echar abajo esa coraza.

El paso inicial que tiene que dar el orgulloso para vencer su orgullo es liberarse de la creencia de que no es digno de ser amado, de que jamás encontrará a alguien que lo ame verdaderamente. El que busca el amor verdadero y correspondido lo encuentra tarde o temprano, porque los espíritus que son afines tienden a buscarse y se reconocen cuando se encuentran. Pero hay que ser paciente y constante, porque el que cierra la puerta a cal y canto para protegerse de lo malo, la cierra también para experimentar lo bueno. Está bien ser prudente para evitar que nos hagan daño. Pero no podemos renunciar a los sentimientos, ni devolver ingratitud con ingratitud, odio con odio, rencor con rencor, porque lo que nos hace sufrir a nosotros también hace sufrir a los demás. Y el que es más consciente del sufrimiento por tener más sensibilidad, es más responsable de crearlo que aquel que genera sufrimiento sin ser consciente. Ya os he dicho y lo repito, no estáis solos.
Todos, absolutamente todos, todos sois amados profundamente por Dios, por vuestro guía, por multitud de seres espirituales y amigos, vuestra familia espiritual, encarnados o desencarnados. Y todavía más: cada uno de vosotros tiene un alma gemela, una media naranja, a través de la cual experimentaréis el despertar del amor puro e incondicional. Sólo hace falta que toméis conciencia de ello.
También ha de aprender a encajar mejor la ingratitud de aquellos que le hicieron daño, porque tiene capacidad de comprender a aquellos que no comprenden, y ha de comprender que una vez estuvo él también en la misma situación.
Al mismo tiempo, ha de perder el miedo a ser él mismo. Ha de liberarse de las cadenas tendidas por aquellos que dicen que le quieren, pero que actúan queriéndolo someter. Pero tampoco ha de tomar el camino contrario, es decir, el de aislarse de las relaciones humanas por temor a sufrir. No está mal el desear que a uno lo quieran, pero ha de saber que no todo el mundo tiene la misma capacidad de amar y no debemos exigir a los que son nuestros allegados o simplemente conviven cotidianamente con nosotros que nos quieran o nos respeten con la misma intensidad que nosotros les queremos o respetamos, sólo porque nos gustaría ser correspondidos. Porque ¿quién es más culpable de desamor, aquel que no ama porque no sabe (vanidoso), o que aquel que sabiendo amar se inhibe de hacerlo por su defecto (orgulloso)?

Es importante también que no se sobreesfuerze en complacer a los demás, si ello significa renunciar al propio libre albedrío, creyendo que de esta manera conseguirá despertar en los demás el sentimiento que todavía no se ha despertado, porque ese sobreesfuerzo sin recompensa le pasará factura más tarde en forma de decepción, tristeza, desengaño amargura, rabia e impotencia. Como ya he dicho, el auténtico amor se da incondicionalmente, sin esperar nada a cambio, y no se puede obligar a nadie a dar algo que no quiere o no puede dar.

Brevemente, ¿qué le dirías a un orgulloso que le pudiera ayudar en suevolución?
Que cuando te sientas triste o vacío no te encierres en ti mismo No reprimas tus sentimientos creyendo que vas sufrir menos por no sentir, porque sufrirás todavía más y será además un sufrimiento estéril que no te lleva a ningún sitio. Busca vivir de acuerdo con lo que sientes y no con lo que piensas. Sé comprensivo con los demás, pero no te dejes llevar por lo que los demás esperan de ti, si no es lo que tú sientes. No te escudes en el daño que te han hecho para justificar tu desconfianza y tu aislamiento. Sé prudente con los que sientas que quieren aprovecharse de tus sentimientos pero abierto con los que van hacia ti de buena fe.

¿Y cómo ha de hacerse para no dejarse absorber y al mismo tiempo no hacer daño a los demás?
Hay que saber si el sufrimiento de la otra persona es debido a alguna actitud egoísta de nuestra parte, o si sufre por su propio egoísmo, es decir, por no querer respetar nuestra voluntad y libre albedrío. Si es por una actitud egoísta nuestra, debemos trabajar para modificarla, pero si es por el egoísmo de la otra persona, será ésta la que tenga que hacer un cambio para estar mejor, porque es ella misma la que se provoca el sufrimiento. Ha de saber que sufre por sí misma, aunque crea que es por lo que los demás le hacen.

¿Y si no quiere cambiar?
No se le puede forzar a cambiar, porque eso sería una vulneración de su libre albedrío y aunque ese cambio le pueda ser beneficioso, si es forzado no es auténtico. Pero eso no le da derecho a forzar la voluntad de los demás, con lo cual el espíritu sometido a una actitud egoísta de otra persona que busca complacer su egoísmo, no debe ceder en sus sentimientos y convicciones profundas.
Mañana Mas...






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