Algo de Sabiduria, El pensamiento y la Palabra

EL PENSAMIENTO Y LA PALABRA

En el camino espiritual, como en el camino de la Vida, se presentan situaciones que alteran nuestro espíritu, pero que se deben a que todavía no estamos perfectamente armonizados con el Universo; se deben a que no hemos alcanzado esa Paz interior que todo lo supera y que por bueno
todo lo que está sucediendo.

Pensamiento y Palabra

Estas situaciones, que son de baja vibración y que tienen su sentido, se explican por el hecho de que nos hallamos inmersos en una ley hermética que dice que el Universo es todo vibración, y que junto con otras leyes, como la ley del ritmo, tratan de explicarnos todas esas situaciones. Encontrarse abajo es tan importante como estar arriba, porque nos permite adentrarnos en el conocimiento de cada uno. Las situaciones dispares o contrapuestas nos ayudan a realizar nuestra propia identificación: en el Universo todo tiene una razón de ser.

Continua...


Como ejemplo sirva reconocer el valor de la salud cuando uno está enfermo, o también es válido aquel que dice que con la necesidad se valora más el poseer.

¿Cómo se ha de actuar? Pues, es necesario que cada cual se adiestre para controlar los impulsos que le asaltan, no enfrentándose a ellos, sino reconociéndolos como propios y sintiendo la necesidad de frenarlos, pero con un freno de acción transformadora y no represora, pues si lo hiciésemos de otra forma, empeoraríamos la situación. En los momentos críticos cada cual debe elevar su pensamiento y no dejarse llevar por el desaliento, de esta forma nos alejaremos de los impulsos que turban nuestra alma.

¿Cómo elevar nuestro pensamiento? Pensando que todo tiene un sentido, que toda reacción ha tenido su acción y que la vida es una constante sucesión de pruebas, cuya finalidad no es otra que convertirnos en seres mejores. La oración y la meditación son armas excepcionales para enfrentarse a las situaciones extremas, pues nos permiten aquietar nuestros impulsos y reconocerlos como propios, observando la enseñanza que conlleva toda situación. la máxima es y será: Estar siempre alertas a todo lo que decimos y pensamos.

El Amor lo cubre y lo interpenetra TODO. Todo sube y todo baja. Como es arriba es abajo. A toda acción le corresponde su reacción. Al género masculino le corresponde el femenino. Y, sobre todo, el TODO es MENTE.

De la manera que canalicemos la mente, de la forma en que la aquietemos, dependerá en gran medida nuestra forma de vivir. La fuerza mental nos ayudará a canalizar nuestro ideales, sentimientos, pensamientos, deseos... Por lo tanto, es necesario no permitir que ella nos conduzca al abatimiento o a la euforia. Hagamos de nuestra mente una herramienta útil y eficaz para nuestro desarrollo espiritual en nuestro camino de evolución. Es necesario que, en nuestro quehacer diario, mantengamos nuestra mente constantemente alerta.

Al principio, se nos presenta como un trabajo arduo y difícil, pero se debe a que estamos acostumbrados a dejar libres nuestros impulsos y nuestra mente, dejamos que divaguen sin controlar lo que pensamos y muchas veces ni tan siquiera controlamos lo que decimos. Todo esto nos crea sufrimiento, pues ya se sabe que todo pensamiento o palabra (acción) conlleva su consecuencia (reacción), y es por eso que en muchas ocasiones la felicidad de los demás dependerá de cómo decimos las cosas. Muchos ignoran el poder de la palabra y se olvidan de que, sobre todo, la palabra es creadora, es el primer impulso para la manifestación. 

Se puede observar que cada vez es más importante saber controlar la palabra, pues es sentimiento y éste puede liberar o esclavizar. El sentimiento procede del poder mental y es la herramienta básica del conocimiento (alma), y como alma es el vehículo del espíritu. Por lo tanto, en la .sucesión hacia arriba se puede apreciar que la palabra procede en última instancia de nuestro Yo. Si la palabra alivia, comprende, estimula, calma, consuela... es creadora, porque se reviste de Amor. Si la palabra critica, insulta, desprecia, maldice... será destructora, hija del odio.

Dependiendo, pues, de cómo expresemos nuestras palabras, que son nuestros sentimientos, labraremos nuestro futuro, de aquí se desprende cuál es nuestro poder creador, el que nos permitirá pasar por la vida como una bendición o como una calumnia.

¿Cómo se puede conseguir? Sobre todo, y por encima de todo, hemos de contemplarnos, observar nuestras reacciones frente a los distintos sucesos diarios, observar cómo actuamos frente a los sinsabores, a las críticas de los demás, en definitiva a percibirnos bajo el prisma de nuestro Yo interior. Debemos observarnos con todo el Amor infinito, con gran comprensión, con gran misericordia, conocedores de que en estos precisos instantes somos nuestros maestros y educadores. Quizás ahora se comprenda que primero hay que amarse, comprenderse y tenerse misericordia hacia uno mismo para poder sentirlo después hacia los demás, pues de nada sirve amar si antes no hemos aprendido a amarnos.

Si de esta contemplación hacemos un hábito, sin darnos cuenta llegaremos al autoconocimiento, caminaremos por la vida sin alterar nada, sin ser agresivos, aunque no nos lo parezca, hacemos lo correcto.

Simplemente habremos aprendido a ver las cosas tal como son y estaremos prestos a querer realizar lo más importante: ayudar al prójimo.EL PENSAMIENTO Y LA PALABRA En el camino espiritual, como en el camino de la Vida, se presentan situaciones que alteran nuestro espíritu, pero que se deben a que todavía no estamos perfectamente armonizados con el Universo; se deben a que no hemos alcanzado esa Paz interior que todo lo supera y que por bueno todo lo que está sucediendo. Estas situaciones, que son de baja vibración y que tienen su sentido, se explican por el hecho de que nos hallamos inmersos en una ley hermética que dice que el Universo es todo vibración, y que junto con otras leyes, como la ley del ritmo, tratan de explicarnos todas esas situaciones. Encontrarse abajo es tan importante como estar arriba, porque nos permite adentrarnos en el conocimiento de cada uno. Las situaciones dispares o contrapuestas nos ayudan a realizar nuestra propia identificación: en el Universo todo tiene una razón de ser.

Como ejemplo sirva reconocer el valor de la salud cuando uno está enfermo, o también es válido aquel que dice que con la necesidad se valora más el poseer.

¿Cómo se ha de actuar? Pues, es necesario que cada cual se adiestre para controlar los impulsos que le asaltan, no enfrentándose a ellos, sino reconociéndolos como propios y sintiendo la necesidad de frenarlos, pero con un freno de acción transformadora y no represora, pues si lo hiciésemos de otra forma, empeoraríamos la situación. En los momentos críticos cada cual debe elevar su pensamiento y no dejarse llevar por el desaliento, de esta forma nos alejaremos de los impulsos que turban nuestra alma.

¿Cómo elevar nuestro pensamiento? Pensando que todo tiene un sentido, que toda reacción ha tenido su acción y que la vida es una constante sucesión de pruebas, cuya finalidad no es otra que convertirnos en seres mejores. La oración y la meditación son armas excepcionales para enfrentarse a las situaciones extremas, pues nos permiten aquietar nuestros impulsos y reconocerlos como propios, observando la enseñanza que conlleva toda situación. la máxima es y será: Estar siempre alertas a todo lo que decimos y pensamos.

El Amor lo cubre y lo interpenetra TODO. Todo sube y todo baja. Como es arriba es abajo. A toda acción le corresponde su reacción. Al género masculino le corresponde el femenino. Y, sobre todo, el TODO es MENTE.

De la manera que canalicemos la mente, de la forma en que la aquietemos, dependerá en gran medida nuestra forma de vivir. La fuerza mental nos ayudará a canalizar nuestro ideales, sentimientos, pensamientos, deseos... Por lo tanto, es necesario no permitir que ella nos conduzca al abatimiento o a la euforia. Hagamos de nuestra mente una herramienta útil y eficaz para nuestro desarrollo espiritual en nuestro camino de evolución. Es necesario que, en nuestro quehacer diario, mantengamos nuestra mente constantemente alerta. 

Al principio, se nos presenta como un trabajo arduo y difícil, pero se debe a que estamos acostumbrados a dejar libres nuestros impulsos y nuestra mente, dejamos que divaguen sin controlar lo que pensamos y muchas veces ni tan siquiera controlamos lo que decimos. Todo esto nos crea sufrimiento, pues ya se sabe que todo pensamiento o palabra (acción) conlleva su consecuencia (reacción), y es por eso que en muchas ocasiones la felicidad de los demás dependerá de cómo decimos las cosas. Muchos ignoran el poder de la palabra y se olvidan de que, sobre todo, la palabra es creadora, es el primer impulso para la manifestación. Se puede observar que cada vez es más importante saber controlar la palabra, pues es sentimiento y éste puede liberar o esclavizar. El sentimiento procede del poder mental y es la herramienta básica del conocimiento (alma), y como alma es el vehículo del espíritu. Por lo tanto, en la sucesión hacia arriba se puede apreciar que la palabra procede en última instancia de nuestro Yo. Si la palabra alivia, comprende, estimula, calma, consuela... es creadora, porque se reviste de Amor. Si la palabra critica, insulta, desprecia, maldice... será destructora, hija del odio.

Dependiendo, pues, de cómo expresemos nuestras palabras, que son nuestros sentimientos, labraremos nuestro futuro, de aquí se desprende cuál es nuestro poder creador, el que nos permitirá pasar por la vida
como una bendición o como una calumnia  ¿Cómo se puede conseguir? Sobre todo, y por encima de todo, hemos de contemplarnos, observar nuestras reacciones frente a los distintos sucesos diarios, observar cómo actuamos frente a los sinsabores, a las críticas de los demás, en definitiva a percibirnos bajo el prisma de nuestro Yo interior. Debemos observarnos con todo el Amor infinito, con gran comprensión, con gran misericordia, conocedores de que en estos precisos instantes somos nuestros maestros y educadores. Quizás ahora se comprenda que primero hay que amarse, comprenderse y tenerse misericordia hacia uno mismo para poder sentirlo después hacia los demás, pues de nada sirve amar si antes no hemos aprendido a amarnos.

Si de esta contemplación hacemos un hábito, sin darnos cuenta llegaremos al autoconocimiento, caminaremos por la vida sin alterar nada, sin ser agresivos, aunque no nos lo parezca, hacemos lo correcto.
Simplemente habremos aprendido a ver las cosas tal como son y estaremos prestos a querer realizar lo más importante: ayudar al prójimo.

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