El Insondable Mar de Energía del Cual Emerge el Mundo que Percibimos

El Insondable Mar de Energía del Cual Emerge el Mundo que Percibimos

Nueva evidencia parece confirmar lo propuesto por la teoría de cuerdas: existe un vibrante mundo oculto en la profundidad de la materia, el cual afecta la realidad macroscópica que percibimos.

Nueva evidencia parece confirmar lo propuesto por la teoría de cuerdas: existe un vibrante mundo oculto en la profundidad de la materia, el cual afecta la realidad macroscópica que percibimos.

Una nueva teoría sugiere que detrás de las cosas, del mundo de las apariencias y de los objetos, yace un mar radiante donde incluso las partículas atómicas se diluyen en una unidad holográfica. 

Desde el inicio de la física cuántica hemos observado una especie de carrera intraespecial por llegar al fondo de la materia y definir un límite: un ladrillo fundamental (building block) del cual todo se construye. 

Esta empresa atómica es la esencia de la ciencia: segmentar un fenómeno hasta su más mínimo denominador para poder analizarlo como una entidad separada. ¿Pero qué sucedería si no existieran las entidades separadas, si las partículas y los fenómenos que integran fueran apenas una percepción superficial de una realidad más profunda, como una ola en un mar sin fondo? Quizás nos veríamos abrumados, como en una borrasca que desvanece el límite entre el cielo y la tierra. A la vez que estaríamos acercándonos a una entendimiento más profundo de la materia –acercándonos quizás, en la cresta de la sed de totalidad, a llevar la sensación oceánica del misticismo a un cuerpo de conocimiento científico.

La ciencia admite la intuición poética –en tanto que la imaginación es el conducto o la herramienta epifánica para descubrir el velo de la naturaleza. Que existe una unidad subyacente del cual emergen los fenómenos que percibimos como la realidad ha sido propuesto por diversas filosofías ligadas al misticismo. 

Un ejemplo es el concepto de vacío e ilusión del hinduismo que fue tomado por Arthur Schopenhauer para concebir su sistema basado en un Mundo de la Voluntad y un Mundo de la Representación. 

La filosofía de Schopenhauer  tiene su avatar en la física en el Orden Implicado y el Orden Explicado propuesto por David Bohm, en parte como una forma de conciliar irregularidades entre la física cuántica y la relatividad, pero también desde la influencia del pensmaiento oriental, específicamente de Krishnamurti, con quien entabló una larga amistad. Sondeando la profundidad al interior del espacio –las variables ocultas–, Bohm utilizó la metáfora del holograma para comunicar la naturaleza incomensurable de la materia en su orden implicado: que cada partícula y cada fenómeno eran en realidad sólo una representación de la totalidad, surcando el espacio-tiempo como ondas de agua en la superficie de un estanque. “Propongo que cada momento en el tiempo es una proyección del orden implicado total”.

La teoría cuántica señala que existen campos de energía que permean el universo, los cuales se comportan en ocasiones como partículas y en otras como ondas. 

Nueva evidencia sugiere que las partículas y las ondas que medimos son solamente la manifestación superficial de una energía que yace oculta –los campos que observamos serían solamente como la superficie del mar y las ondas y las partículas la turbulencia en esa superficie. 

Científicos de Harvard y de la Universidad de California en Santa Barbara consideran que el nivel superficial de desripción del mundo subatómico ya no es suficiente para describir todos los fenómenos. Estudiando una extraña forma de materia conocida como cuprates –metales que contienen cobre y que exhiben la propiedad de superconductividad en altas temperaturas–, han encontrado que la materia subatómica parece estar reflejando una serie de propiedades más profundas, que podrían estar vibrando en otras dimensiones, en sintonía con los postulados de la teoría de cuerdas.

La teoría cuántica señala que existen campos de energía que permean el universo, los cuales se comportan en ocasiones como partículas y en otras como ondas.


Esta correspondencia multidimensional de eventos fue demostrada por el físico Juan Maldacena, quien logró correlacionar matemáticamente eventos diferentes sucediendo en 3-D con eventos en regiones de 2-D (eventos en 4-D corresponden a eventos en 3-D y eventos en 5-D con eventos en 4-D, y así sucesivamente). Según este modelo la masa y las propiedades macroscópicas corresponden a vibraciones e interacciones de diferentes formas de materia (posiblemente la espectral materia oscura) y fuerzas que surgen de las conexiones de las cuerdas –las cuales viven dentro de ese mar metafórico. 

Esto se conoce como la dualidad holográfica, según acuñó Maldacena en 1997: la superficie bidimensional de este mar sería descrita por la mecánica cuántica; los eventos dentro del mar serían descritos por la teoría de cuerdas, se traducirían matemáticamente en eventos en la superficie e incluirían a la fuerza de la gravedad. Paradójicamente, cuando la superficie del mar imaginario se encuentra en calma, esto es el reflejo de complejidad y agitación interna (la tranquilidad  es el resultado de una gran cantidad de energía). La mayorías de los objetos materiales tienen partículas relativamente estables, por lo que al parecer son el resultado de una especie de tormenta perfecta interna.

Materiales como los cuprates pertenecen a la categoría de una fuerte interacción en la superficie, hasta el punto de que pierden su propia individualidad en la fuerza de su correlación. “Estos efectos colectivos sumamente complejos de la mecánica cuántica son hermosamente capturados por la física de los hoyos negros”, dice Hong Liu, profesor de MIT. “Para los sistemas de fuerte correlación, si colocas un electrón en el sistema, inmediatamente desaparecerá –ya no puedes rastrearlo”. Así estos electrones que en algunos casos se comportan como “ladrillos de construcción”, en otros se comportan como excitaciones colectivas –mismas que no pueden describirse por los modelos cuánticos actuales y podrían corresponder a las propiedades de hoyos negros en dimensiones superiores.

Una teoría de la gravedad cuántica podría tener que abandonar la noción de que los constituyente básicos de la materia son partículas, y considerar que los eventos que surgen en la superficie del “mar” son eventos unidos a una serie de eventos a una mayor profundidad. Las implicaciones  filosóficas de esto serían enormes, ya que en cierto sentido todo lo que ocurre en nuestro entorno sería la manifestación superficial de un orden más profundo, de una vibración hiperdimensional. El fondo de ese mar (del cual surge el mar) es inconmensurable, su fuente inconcebible.

David Bohm veía la relación entre la conciencia y la materia de manera similar a la dualidad holográfica: el contenido implicado de la conciencia se manifiesta en el tiempo-espacio como un fenómeno material que guarda relación con la totalidad de la cual emerge. En la visión de Bohm, la materia oscura y las supercuerdas extradimensionales serían articulaciones de la conciencia. Según el Advaita Vedanta, la conciencia no es una propiedad del Brahman (lo inconmensurable, lo inmutable, dios), sino que es su misma naturaleza. ¿No hay diferencia entre ese mar del cual emerge el mundo y la conciencia? Según Herr von Welling, con sólo un grano de sal y una partícula de la piedra filosofal en el agua, se puede construir un nuevo universo; según William Blake en un grano de arena se encuentra un mundo entero. Estas son sólo metáforas, acaso deseos sugestionados de encontrar un sentido más profundo, pero ¿quién puede argumentar que el mar original, el mar genético, el mar en el que emergen los hombres y las estrellas, no está implicado indeleblemente en cada cosa?

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