Las Culpas
Mi nombre es Amiel, soy una entidad angélica. Mi deseo es enseñar a que las culpas no cumplen ninguna función, solamente alimentar al ego. Porque el mismo perdón muchas veces es fruto de los yoes egoicos, ya que cuando el ser encarnado perdona, perdona generalmente desde la condescendencia. Perdona generalmente subido a un pedestal, con su personaje más narcisista.
Si
bien muchos maestros terrenales dicen que perdonar es uno de los
mayores actos de misericordia y compasión, creo humildemente que
previamente está el no prejuzgar, por lo tanto, no se condenará a
una actitud sin conocerla bien a fondo primero. Y lo que no se
condena, lo que se comprende, poniéndose en el lugar del otro, no es
necesario perdonarlo.
Con
la culpa sucede lo mismo, muchos seres encarnados cometen
supuestamente actos hostiles, guiados tal vez por su mente
reactiva o
por su necesidad personal de conseguir una ilusión. Obviamente
después se generan karma,
su vida ya no es la misma y por eso se generan culpas. Pero para
generarse culpas, esa persona tuvo que haberse condenado primero a si
misma, tuvo que haber tenido prejuicios hacia sí misma, tuvo que
haber juzgado sus actitudes en lugar de comprenderlas.
No
es sencilla la vida en el plano físico, porque a diferencia del
plano espiritual y del plano angélico, vosotros estáis ligados a
distintas situaciones. Os deslumbráis por infinidad de
detalles, os dejáis guiar por infinidades de supuestas metas. Caéis
en las más absurdas tentaciones.
Sois
humanos, por lo tanto falibles, obviamente que eso no signifique que
os escudéis en esa falencia… “¡Oh bueno, somos humanos!
Seguiremos siendo seres de luz puesto que no somos infalibles, y por
lo tanto, ese error forma parte de nuestras vidas, por lo tanto,
estamos libres de culpa y cargo”. Es cierto que no se trata de
sentiros culpables, pero sí responsables.
La
responsabilidad a diferencia de la culpa
os empuja a ser cada día mejores, porque vais a haceros cargo de
vuestra conducta, buena o mala, ya lo sabréis. Generaréis
resultados en respuesta a esa conducta y a ese acto posterior. Y
seréis responsables de ese acto, si es un acto que generó servicio,
seréis responsables de la dicha de la felicidad de otros. Y si esa
actitud generó hostilidad seréis responsables de ese acto hostil.
Es
cierto que muchos maestros espirituales dicen que culpa es cuando se
hace algo a propósito, y responsabilidad es cuando el hecho no fue
hecho ex profeso.
Se
supone que la mayoría de los seres encarnados buscan una meta, y a
veces en ese torpe andar, no miran hacia los costados y van dejando
secuelas negativas en el camino. No siempre los actos hostiles se
generan a propósito, por eso os digo que no sintáis culpas de
ellos, pero sí haceros responsables, y cubrid esas faltas con buenas
actitudes de servicio. Porque el pasado es inmodificable, si hubo
daños a terceros es imposible modificar ese suceso pretérito. Pero
podéis modificar el presente, y por ende el futuro, que construiréis
a continuación.
No
se trata de mi parte como entidad angélica el dar una clase de
ética, ni de haceros entrar en razón mostrándoles la diferencia
entre culpa y responsabilidad.
Se
trata de que cada uno asuma sus errores, así como asumir también
vuestros éxitos. Hay un refrán vuestro, un gran aforismo que dice:
“no permitas que una derrota te derrote, ni permitas que una
conquista te conquiste”.
Generalmente
el ser encarnado es reacio a asumir una derrota, pero es permeable
ante una conquista, cuando logra determinado éxito es permeable ante
el halago, y enseguida presume de ese éxito. Y eso es más peligroso
que caer en un estado alterado negativo por una derrota, porque casi
todos vosotros os atajáis ante un acto hostil pero os gusta poner el
pecho ante el halago. Vuestro ego cae fácilmente ante la
felicitación, que muy pocas veces es genuina, muy pocas veces es
genuina.
No
es sencillo ser buenos hijos y respetar a los mayores, como tampoco
es fácil ser buenos mayores y respetar a los jóvenes, porque muchas
veces los mayores caen en la intolerancia de creerse sabios y
descartar el poco o mucho conocimiento que puedan tener los más
jóvenes en ese momento. Respetad a vuestras parejas, a vuestros
amigos, ofreced más de lo que pedid, tended una mano como lazo de
amistad y también como ayuda para levantar al otro. Y no os
condenéis de por vida ante una equivocación, tratad de no
repetirla, y sin sentiros culpables asumid la responsabilidad y
decid: “sí, me equivoqué, pero me prometo a mí mismo como ser
espiritual no volverlo a hacer”. Porque es la promesa que vale,
ante el propio ser, no ante el otro. Porque la lealtad, la fidelidad,
la amistad y el amor pasan primero por uno, y de ahí parte, como
rayos de luz hacia el otro.
Desde
el plano 6.7 hablo Amiel, entidad angélica.